SIE7E PÁRRAFOS
Libros, autores y cultura pop |
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Como editor, director editorial o agente literario (hoy es el agente argentino más destacado), Guillermo Schavelzon ha sido un protagonista de los últimos 50 años en la industria editorial en español. Un protagonista que no es famoso, pero que es fundamental y que ahora presenta El enigma del oficio, su libro de memorias.
“Un autor latinoamericano puede hacer carrera sin tener un agente, pero no le conviene”, me dice en esta entrevista.
Plus: cierra Book Depository. ¿Hay alternativas similares?
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Echá un vistazo a tu biblioteca y decime, ¿cuál de estos libros tenés?
✅ El anatomista, de Federico Andahazi
✅ Yo soy el Diego, de Diego A. Maradona
✅ Argentinos, de Jorge Lanata
✅ La tregua, de Mario Benedetti
✅ Los funerales de la mamá grande, de Gabriel García Márquez
✅ Severino di Giovanni: El idealista de la violencia, de Osvaldo Bayer
Puede ser que no compartan nada. Pero en la cadena de producción de cada uno de ellos hay un eslabón con un mismo nombre: Guillermo Schavelzon.
A veces como editor, a veces como director editorial, o como agente literario, Schavelzon tiene una parte en todos estos libros muy famosos, y en muchos otros. Por eso es un protagonista de los últimos 50 años en la industria editorial en español. Un protagonista que no es famoso, pero que es fundamental y que ahora presenta su primer libro: El enigma del oficio: Memorias de un agente literario, publicado por Ampersand. |
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En esas páginas, Schavelzon se presenta como “un testigo” de todo lo que va a contar: historias, trastiendas y encuentros con notables como Ricardo Piglia, Julio Cortázar, Quino, Juan José Saer, Juan Rulfo, Elena Poniatowska, Elsa Bornemann y Adolfo Bioy Casares, entre otros.
Él mismo comenzó a trabajar a los 19 años en la editorial de Jorge Álvarez, fundó Galerna a los 22 y dirigió Planeta en la década del noventa, antes de convertirse en el agente literario argentino más relevante. Ahora comanda su agencia —que sirve a un centenar de autores— desde Barcelona. Schavelzon también ya es, como sus recordados, un notable.
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Pero… ¿qué es exactamente lo que hace un agente literario como él? “La única definición que logré intentar”, me dice Schavelzon, “solo funciona como título: el agente busca para sus representados el mayor número de lectores posible, en todo el mundo, en todos los idiomas, en todos los soportes (incluyendo el audiovisual), y que reciban por ello la mejor remuneración posible. En síntesis, que un trabajo (el escrito) tenga diversos aprovechamientos”.
—¿Por qué elegiste pasar de editor a agente literario?
—Porque fui haciendo una típica carrera de editor de grandes grupos, con lo cual a medida que me iba mejor, más me alejaba de la literatura y de los autores, y más me dedicaba a la gestión. Una editorial, por más grande que sea, no debería seguir este modelo. Las demás razones están contadas en mi libro con detalle.
- El rol de un agente literario es tan curioso y desconocido como importante: por ejemplo Carmen Balcells, la agente de Gabriel García Márquez y de Mario Vargas Llosa, coordinó el boom latinoamericano de la década del sesenta desde su oficina en Barcelona. Lo cuenta muy bien Xavi Ayén en su libro Aquellos años del boom: García Márquez, Vargas Llosa y el grupo de amigos que cambió todo.
“Lo que hizo Balcells fue subirse y dirigir esa ola”, dijo Ayén en una entrevista. “Ningún agente, y Carmen tampoco, podía conseguir que comiencen a comprarse masivamente determinadas novelas. Fue necesaria una confluencia de elementos y lo que consiguió ella fue que los escritores se ganaran la vida escribiendo, algo que hoy no es nada fácil. Balcells creía que la escritura no es un hobby y puso a los escritores a trabajar profesionalmente, liberandolos de todas las cargas incluso las familiares. Se ocupó de que no les faltase de nada, de que tuvieran cinta para la máquina de escribir, la escuela para los hijos, médicos, una casa donde vivir… Cuando no tenían dinero, se lo adelantaba”.
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El enigma del oficio es un libro que pertenece a un género poco transitado en idioma español: las memorias de los insiders (editores, agentes) de la industria editorial. Existe un prurito a contar lo vivido que me lleva a preguntarme si lo que pasa puertas adentro será tan inenarrable o qué.
Schavelzon, en cambio, creyó que tenía la obligación de dejar testimonio de algunas cosas ante la modificación que se está produciendo en el mundo de las publicaciones. Leyendo su libro me enteré de que el gran editor Jorge Álvarez casi nunca pagaba, de que Augusto Roa Bastos a veces comía una sola vez por día, de que Quino delegaba sus finanzas en su esposa o de que Elsa Bornemann recuperó sus derechos de autor(a) luego de años de caos contable.
Una de las virtudes de El enigma del oficio es que revela cómo algunos escritores muy famosos construyeron sus carreras, paso a paso. Otra es el retrato humano de esas grandes firmas.
—¿Cómo lidiás con los egos de la literatura latinoamericana?
—Nunca intenté lidiar con los egos, ni me corresponde hacerlo; se trata de escuchar, acompañar, y dar tu opinión con educación y fundamento. Los escritores son inteligentes, agradecen cuando les dices algo importante, cuando les ayudas a mejorar un manuscrito. La lectura del agente es la lectura del lector, no la del escritor. Y eso se hace en privado, por supuesto.
—¿Hay algún secreto para caerles bien?
—La mejor manera de caerle bien a un escritor es hacer las cosas bien, ser serio, constante, profesional, hacerle ganar más, y lograr los objetivos propuestos. Objetivos que deben ser realistas, posibles, no falsas promesas.
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Schavelzon con Benedetti y su esposa, Luz, en Madrid, en 1991. |
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Claudia Piñeiro contó que empezó a trabajar con Schavelzon en 2014, cuando publicó Una suerte pequeña, y que además de negociar los contratos de ella, Schavelzon lee sus manuscritos y le aconseja sobre cualquier cuestión literaria.
Otros autores de la agencia son Paul Auster, Daniel Balmaceda, Pablo De Santis y Felipe Pigna.
“Siempre elijo autores”, me dice Schavelzon, “con un equilibrio entre aquello que considero grandes apuestas o valores, ya sean literarios o de no ficción, y aquello que tiene una venta muy alta asegurada y te permite pagar los gastos que tiene una agencia, que son bastantes: viajar a ferias, pagar inscripciones caras, tener un equipo administrativo, tener programas informáticos actualizados y eficientes, mantener informados a editores de todo el mundo, asesores legales y fiscales, una oficina decente, etcétera. Yo recién lo resolví hace poco, logrando una situación de semi-retiro, llevo muy pocos autores, todo lo demás lo lleva y decide mi socia, Barbara Graham, y lo hace mejor que yo”.
—¿Cómo ves hoy a la literatura latinoamericana?
—La veo bien, renovada, creativa, interesante. El problema que tiene es extraliterario: la circulación (que los libros estén en otros países de la misma lengua), y aunque no es responsabilidad de los escritores, influye de manera negativa. Sé que es otro tema, solo aprovecho para llamar la atención.
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—La gran pregunta: ¿un autor latinoamericano puede hacer carrera sin tener un agente?
—Claro que puede, pero no le conviene.
Schavelzon se extiende en su respuesta:
➡️ “Un autor sin agente tiene que tener una parte de empresario para llevar la gestión de su trabajo. No se trata solo de conseguir una editorial que te publique, que te pague correctamente, que no se beneficie de la inflación (en los países donde la hay), que sea la adecuada, con un catálogo en que la obra se sentirá cómoda y podrá potenciar las posibilidades, una editora o editor con entusiasmo, una editorial que se comprometa a circular la obra en todos los países de tu lengua, que acompañe al autor en la revisión y edición de su texto, que sea capaz de proponer, sugerir, y también de aceptar, que exista ese diálogo imprescindible entre autor y editor, aunque la gran concentración en megaempresas ha hecho que este trabajo vaya pasando del editor al agente. Un editor o editora que hace diez años cuidaba una docena de libros al año, hoy tiene 50 o 100 a su cargo, no le queda tiempo para leer, ni para tomar café, y lo que lee lo tiene que hacer de noche o en los fines de semana, lo que lo convierte en un trabajo insalubre, debido a los conflictos que le genera en su vida social, familiar.”
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➡️ “Un escritor no puede ir a una feria (me refiero a ferias profesionales, sin público) o a los mercados audiovisuales a ofrecer su obra, y aunque supiera hacerlo y afrontarlo, no funcionaría: ningún editor extranjero ni productor lo recibirá porque son eventos de agendas apretadísimas, concertadas con varios meses de anticipación. Una vez en Frankfurt, José Saramago, al ver cómo se trabaja allí, me dijo: ‘No veo el atractivo de traer a las vacas a que conozcan el matadero’.” |
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➡️ “Además de encontrar editorial, cada libro requiere un tipo de lanzamiento, una promoción que debe ser planificada con el editor o su equipo y requiere de un seguimiento. Poner todo en las espaldas del autor, que va de un sitio a otro como un vendedor a la antigua (y sin cobrar por hacer este trabajo), no justo. Las redes sociales, que parecían el medio que se implantaría, generan seguidores, no lectores de libros, generan expectativas falsas, un escritor con 50.000 mil seguidores anuncia su nuevo libro, recibe 15.000 likes, y al final del año se vendieron 800 ejemplares.” |
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➡️ “La digitalización ha producido un desajuste que todavía no entendemos bien, es difícil encontrar quiénes son y dónde estás los prescriptores, en especial cuando en el mundo hoy el 50% de la venta se hace por internet, no hay ‘un librero’ detrás, y la prescripción por algoritmos que usan las grandes editoriales y librerías online no está acertando. Todos los algoritmos que las grandes editoriales adquieren a Amazon, Google o Apple no han logrado reemplazar lo que se llamaba ‘el olfato del editor’, y este, claro, ya tiene poco peso en las comités que toman la decisión de contratar (o rechazar).”
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Ah. Algo más: una foto de 1965. Schavelzon y Perón.
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Escribe Schavelzon en sus memorias:
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“Le entregué [a Juan D. Perón] unos ejemplares del libro, lo miró un poco, levantó la vista y me hizo entonces la única pregunta de todo nuestro encuentro: ‘¿Quiere un café?’” |
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- Se trata del libro Hola Perón, de Esteban Peicovich. La foto la tomó José López Rega en Puerta de Hierro, la base del exilio español de Perón.
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Vuelta de página. La semana pasada nos sorprendió la noticia de que cierra Bookdepository.com 😓, una librería online con envíos gratuitos que tiene muchos clientes en la Argentina: ocupamos el puesto 10º de ventas. Amazon —dueña de Bookdepository.com— anunció que decidió eliminar una serie de puestos en sus negocios de Dispositivos y Libros.
Este movimiento, leo en The Guardian, es parte de recortes más amplios en Amazon, descriptos en una publicación del blog oficial en enero.
“En noviembre, comunicamos la difícil decisión de eliminar una serie de puestos en nuestros negocios de Dispositivos y Libros”, como resultado de la “incertidumbre económica”, escribió el CEO Andy Jassy. “También compartí que no habíamos terminado con nuestro proceso de planificación anual y que esperaba que hubiera más reducciones de funciones a principios de 2023”.
- Ante esta defunción, es muy bueno lo que publicó Proyecto 451 respecto a Bookdepository.com porque incluye algunas tiendas online alternativas.
No todo está perdido... Seguiremos leyendo, caiga quien caiga. |
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Bueno... por ahora lo dejamos acá. Podemos seguir la conversación por mail o en las redes. Y también podés contactarme en Twitter.
Si querés recomendarme libros, autores o temas para tratar, o contarme si leíste algo de lo que mencionamos, ¡adelante!
Nos vemos por ahí,
Javier |
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