“Era de una belleza sobrenatural. Me intimidaba. “Vos sos Fito, ¿no? El rosarino de Baglietto”. “Sí”, le contesté sin dar crédito a lo que veía. Su rostro anguloso entre galés y criollo. Sus ojos castaños que se encendían pícaros. Su boca de labios carnosos y ese lunar tan de ella sobre su mejilla derecha. El cabello rubio carré sobre los hombros. El cuello perfecto devenía en un torso con dos pechos suaves que se alzaban sobre una remera de The Police. Su minifalda dejaba ver su refinada silueta de mujer joven y poderosa. Fabi deambulaba nerviosa por la oficina. Me enamoré de ella en ese momento. La adrenalina creció hasta límites irreales. Todo era un sueño. De pronto entraron Charly, Willy Iturri, Alfredo Toth, Pablo Guyot, el gran Daniel Melingo y Gonzo Palacios formando un círculo alrededor del escritorio. Charly no se anduvo con rodeos. Después de las presentaciones y algunas bromas de rigor, fuimos en dos taxis a su departamento. Escuchamos, sin anestesia, Clics modernos. Todo en mi vida fue un antes y un después de ese momento.”
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